lunes, 23 de mayo de 2011

Ultima frontera. (tercera entrega)


Continuando en viaje, nos fuimos a la última frontera del país, La Quiaca.
Llegamos de noche y nos hospedamos en un hostel muy barato sobre la pequeña y bella peatonal que va en bajada, y la cual en su fin da al puente que une La Quiaca-Villazón, Bolivia.
Llegada la hora de comer, pedimos una pizza en un restaurante y nos fuimos a los bulevares del final de la peatonal, comimos y nos fuimos a descansar después de un viaje agotador.
En la mañana, recorrimos la ciudad y visitamos la imponente Iglesia de la Quiaca, que estaba cerrada por refacciones, pero su arquitectura externa es bellísima.
Al día siguiente nos fuimos para Villazón caminando para conocer y comprar, dado que es más barato en esa ciudad que en las demás, sobre todo las cosas autóctonas.
En promedio uno se gasta 100 pesos y se compra guantes, pantalones, pulóveres y cartucheras, etc. Es muy conveniente a la hora de comprar artículos para la casa como los aguayos (las telas coloridas), artesanías en barro o en madera de cardón.
Al pasar por la aduana es importante que sepan, si están de mochileros no vayan con mochilas grandes, con la de mano alcanza, de lo contario se va a comer la revisación de la aduana que es muy pesada y lenta. Dejen las mochilas de viaje en alguna guardería, por lo general el precio no supera los 10 pesos todo el día, aparte conviene porque se van a volver con                 MIL COSAS y no van a poder (créeme que me compre hasta los monederitos), otra forma muy buena es comprarte un bolso grande y poner todo lo que compras ahí, el bolso no está arriba de los 50 pesos y aparte de ser muy útil en ese momento te queda para próximos viajes.
También otra que hice yo, fue la de comprar todo y mandarlo por correo, así te libras de las cosas y le metes el pago a tus viejos, pero eso solo conviene si te quedo la visita a Bolivia a mitad de viaje y tenes que quedarte con las cosas todo el viaje, se hace mucho peso.
Villazón es una localidad muy atractiva en cuanto a la cantidad de gente y de locales para comprar, pero no es un lugar tranquilo y la cantidad de ¨pasaderos¨ es increíble, igualmente esa visita da lugar a conocer  una realidad que opaca todo lo hermoso del paisaje.
Allí la gente trabaja desde muy chica, nenes de 12 años cargando 10 cajones de naranjas, y dado que le pagan por cajón o caja, la rapidez y el trabajo inhumano  es increíble. Es un verdadero mercado humano y las personas trabajan como animales.
Luego de Villazón, nos fuimos para Yavi, otra localidad de Jujuy muy cercana a la Quiaca, allí si hay paz, casas de adobe, una hermosa Iglesia y unos maravillosos paisajes, se puede llegar por remis a un costo muy barato.
En la oficina de información turística nos dijeron la existencia de una cueva formada naturalmente, la cueva del diablo. Se accede a ella caminando y si bien no existe tal cueva, solo es un hueco en la pared de la montaña, los paisajes que da la caminata valen la pena y si tienen la posibilidad de seguir el pequeño rio que queda a un lado del pueblo, recomiendo caminarlo y sentirse tan libre y felices como quieran.
La iglesia es muy pequeña y colonial, pero muy hermosa, rodeada de un verde jardín y con ese matiz que solo el tiempo puede darle a las construcciones.
Tratándose de un pequeño pueblo, se recorre muy rápidamente, pero para finalizar nuestra visita nos quedamos viendo el museo,  que contiene muchísimas cosas bellas y con historia, hay desde telares hasta antiguas herramientas aborígenes y cabalgaduras que utilizaban los residentes antiguos del pueblo.
 Pero teníamos que seguir viaje hacia Tilcara, sabiendo que nos quedaba mucho por recorrer y poco tiempo para hacerlo.

lunes, 2 de mayo de 2011

Segunda entrega de las aventuras del norte y más.



Después de la grata noche en la casa de Ramón (tal era así el nombre de nuestro anfitrión), partimos a las 6 de la mañana y por 25 pesos nos fuimos rumbo a Humahuaca.
Con las mochilas nuevamente colgadas del techo de un micro que, pese a las leyes de la física, nos llevo seguros hasta destino y con la única baja de la cantimplora de quien les habla, que habrá quedado de adorno por los caminos pedregosos  y serpenteantes que nos alejaban de la hermosa ciudad de la iglesia de cúpula azul cielo.
Llegados, lo primero que quisimos conocer fue la plaza, lugar del imponente monumento a la independencia. Es imposible describir lo impresionante que es verlo y compararse con él.
Desde el lugar donde está emplazado tal monumento se hace posible tener una hermosa vista panorámica de gran parte de Humahuaca, por detrás de él se puede acceder a una placita con variados cactus, las plantas autóctonas del lugar y un pequeño y antiguo campanario hecho de adobe, también muy típico de la zona.
Cerca del monumento hay un museo muy pequeño, pero que atesora objetos arqueológicos muy interesantes e información sobre los pueblos originarios del lugar.El acceso nos costó solo tres pesos y aunque es muy precario tiene piezas muy valiosas y que vale la pena ver.
Después de recorrer esas escaleras infinitas, gracias a Dios esta vez en bajada, partimos para la Iglesia donde, según nos habían informado en la oficina local de turismo, a las 12 del mediodía se aparece un santo mecánico que da la bendición a los fieles que se acercan al lugar, los que querian verlo esperaban enfrente de la Iglesia, donde esta la plaza mayor y ahí fue donde nosotros aguardamos la salida del religioso robótico.
Luego de nuestro momento espiritual del día,  rumbeamos para la caminata de Peñas Blancas, un recorrido que se puede hacer de muchas formas  pero para poder acceder arriba hay que escalar a pie, son 3 km en subida leve que hasta pudimos hacerlo con la mochila a cuestas, se llega cruzando el puente del Rio Grande. Al llegar la vista se vuelve increíblemente bella con los riscos blancos y las montañas cobrizas más altas recortadas sobre el cielo.
Al volver, y con lluvia de por medio, decidimos formar parte de un cuantioso grupo de jóvenes que se habían reunido en una plaza con la excusa de descansar.
Con varios guitarristas y cantantes  sin vergüenza alguna, se empezaron a entonar las mas impensadas canciones y sin discriminación de género musical.
Así finalizo el día, en una plaza con 25 músicos cantando desde Sin Bandera hasta  Divididos, con 18 empanadas fritas de queso (la mejor experiencia culinaria y solo nos salió 18 pesos) , acostados en el piso y con las ganas de quedarnos en esa plaza todo el viaje, pero sabíamos que esto seguía y que en cuatro horas teníamos el próximo micro para la Quiaca.
Pero eso en la próxima entrega gente.